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martes, 21 de enero de 2014

Turrón en Navidad

Turrón en Navidad, relato


Buenas y frías tardes en León. Algunos sabréis que hace unos años publiqué un libro de cuentos y a primeros de este año lo retiré del mercado y lo estoy preparando para que podáis descargarlo desde aquí en pdf, completamente gratis se entiende. En realidad, siempre quise que el libro electrónico fuese gratis o muy barato, pero la editorial no quería porque en los canales de distribución había empresas que solo veden ebook y ninguna trabaja gratis. Cedí. Error grave de novata. Por querer llegar a más gente me cerré puertas. A finales de año hice una búsqueda de los sitios que lo vendían. Perplejidad absoluta en mis ojos. Cada uno ponía el precio que le daba la gana. El más caro que encontré era 3,95€. Me reí hasta yo. Te atrapan con la distribución a nivel mundial pero quién compra a ese precio un ebook de un autor desconocido. De locos. Ellos buscan ganar dinero, les importa bien poco que llegues a más personas. En fin, que lo retiré y ahora hago con el lo que quiero. Mientras lo preparo cuelgo uno de los cuentos, o relatos, como querráis llamarlo. A mí me gusta llamarlos cuentos. Mis cuentines.

VAGAMUNDOS
VAGAMUNDOS. Artista gráfico: Puñués

 Turrón en Navidad  




—Verás como de hoy no pasa —dice Ginés mostrando la falta de dientes a través de su sonrisa maliciosa.

—¿Estás seguro de eso? —pregunta su compañero mientras le hace sitio en el mugriento colchón.

—Sí, sí, y déjame un poco de muslo. Es lo último que nos queda.

—¡Cómo no lleves razón, no podremos celebrar estas navidades!

—Ayer le metí la carta en el buzón.

—¿Y tú crees…?

—¿Qué funcionará…? Estoy convencido. Hasta ahora nos ha ido bien.

—La suerte cambia...

—Ni lo pienses, Tomás. Funcionará.

En esto Ginés cierra la cremallera de la tienda de campaña, y mientras Morfeo le acuna entre sus brazos, no puede dejar de pensar en la carta. Había puesto tanto empeño y talento en ella, como antaño en esos libros que sólo le habían traído desgracia. Sí, podía parecer que lo había tenido todo: dinero, comodidades, una bella mujer, casas, coches… hasta un perro. Lo material había volado, y el perro, que tenía tan malas pulgas como su mujer, se compinchó con ella y tras el fracaso del último libro: ambos lo recibían a ladridos al entrar por la puerta de la casa. Estaba mejor sin ellos.

Debajo de aquel puente oxidado que sólo servía de alivio romántico a almas desesperadas, encontró a un amigo. El único que había tenido. 

Cuando el dinero empezó a entrar a espuertas por la puerta de su casa, se encaprichó de la más guapa y, a la postre, la menos buena. En el momento que las cosas se torcieron, le faltó tiempo para echarlo a la calle. De aquello, hace más de veinte años. Ahora nadie se acuerda de él. Y ahí está, enterrado en capas de mugre y cartones viejos, esperando que la carta surja efecto. 

No se arrepiente de usar tan singular método para llenar la barriga. Los hombres a los que envía cartas, son adúlteros, timadores y demás calaña. Se pasa los días enteros vigilándolos y cuando conoce hasta el último de sus pecados, les escribe un anónimo reclamando determinadas cantidades por su silencio. Todos pican. A las cinco de la mañana invariablemente, van al apartado puente y tiran una mochila con el dinero.

Aún faltan cuatro horas pero oye un ruido fuerte sobre él. No puede ser. ¿El dinero... o alguna represalia? El miedo se apodera de su pulso. Suena cercano un murmullo ronco. El viento flamea y silba entre los recovecos metálicos del puente. La inquietud amarga del mal presagio, le hace bajar la cremallera. Escucha con atención. El murmullo cesa y sólo se oye el requiebro de un balanceo. 

Para calmar los latidos de su corazón sale fuera a hurtadillas y amedrentado grita: “Quién anda ahí”. Nadie responde. Por si acaso, lleva empuñado el armazón de un paraguas a modo de estilete y lo sacude veloz contra las tinieblas. Al elevarlo receloso, la punta golpea con algo. El susto le hace caer de espaldas. Desde allí puede contemplar la silueta de un hombre suspendido en el aire. Bajo la luz de la Luna su último extorsionado oscila en una soga… Cómo le diría a Tomás que ese año no comerían turrón.

©  Ainhoa Núñez Reyes



Extraído del libro: El ingenio de la lámpara II
© 2008, Ainhoa Núñez Reyes
ISBN:978-1-4461-3882-3
DL: LEÓN-1075-2010
Impreso en España / Printed in Spain
Estos relatos están inscritos en el Registro General de la Propiedad Intelectual de León. Número de asiento 00/2009/669

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